Como dijo el filósofo: "Todo fluye". Nada permanece. Incluso las cosas más estáticas, de algún modo, se transforman. Y aunque parezca que uno vuelve al mismo lugar, nunca es el mismo, algo ha cambiado.
Aquí estoy, de nuevo en Roma, de nuevo en el lugar al que me prometí que volvería, y las sensaciones son totalmente distintas: Por una parte la seguridad que te da la experiencia de conocer la ciudad, pero al mismo tiempo la incertidumbre de no poder mejorar o, tan si quiera, igualar lo vivido anteriormente porque todo fluye, todo se transforma. Lo cual no es necesariamente negativo, pero sí desconcertante.
La cuestión es esta: He vuelto, tengo lo que quería y, aunque necesite un tiempo para acostumbrarme a la inmensa cantidad de cambios que supone esta nueva etapa, lo afronto con positividad, energía y, sobre todo, mucha paciencia. ¡Ah! Y muchas ganas de escribir. Porque volver a Roma significa volver al blog y, esperemos, singnifica también que vuelva la inspiración.
¡Prometo que en los próximos posts no estaré tan filosófica!
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