Qué bonito es salir a hacerte una ruta turística por Roma para visitar iglesias que tienen restos de arte bizantino y que, la primera en la que entras, te la encuentres completamente a oscuras (con la consiguiente falta de visión del ábside bizantino) y completamente vacía. Miento. Había alguien. Una pareja que, nada más entrar yo, me dicen: “¿Eres de la Iglesia?”. Que yo me pregunto… ¿pero es que tengo pinta de monja o algo así? Y yo que en casa me preocupaba de que iba con pintas de turista y fíjate tú…
En fin… Siguiente parada: iglesia de San Martino ai Monti. Llego y están en misa. Me digo a mí misma “bueno, pues ya volveré más tarde”. Me acerco a un cartel informativo que hay fuera de la iglesia y me encuentro con que la caminata hasta allí no ha valido para nada porque los mosaicos bizantinos que allí se encontraban se habían perdido al pintarse sobre ellos unos frescos en el siglo no se qué. Lo siguiente es que la otra iglesia que pensaba ver ya estaba cerrada así que ni me planteé ir a ver la cuarta, así que me fui a casa pero, como colofón a mi paseo, me di un regalazo a mí misma, ¡y me compré dos buenos trozos de pizza de Da Simone! [Aquí es cuando los fans de esta pizzería empiezan a aplaudir y a morirse de envidia].
Resumiendo: Roma 1 – 1 Marta