Qué bonito es salir a hacerte una ruta turística por Roma para visitar iglesias que tienen restos de arte bizantino y que, la primera en la que entras, te la encuentres completamente a oscuras (con la consiguiente falta de visión del ábside bizantino) y completamente vacía. Miento. Había alguien. Una pareja que, nada más entrar yo, me dicen: “¿Eres de la Iglesia?”. Que yo me pregunto… ¿pero es que tengo pinta de monja o algo así? Y yo que en casa me preocupaba de que iba con pintas de turista y fíjate tú…

En fin… Siguiente parada: iglesia de San Martino ai Monti. Llego y están en misa. Me digo a mí misma “bueno, pues ya volveré más tarde”. Me acerco a un cartel informativo que hay fuera de la iglesia y me encuentro con que la caminata hasta allí no ha valido para nada porque los mosaicos bizantinos que allí se encontraban se habían perdido al pintarse sobre ellos unos frescos en el siglo no se qué. Lo siguiente es que la otra iglesia que pensaba ver ya estaba cerrada así que ni me planteé ir a ver la cuarta, así que me fui a casa pero, como colofón a mi paseo, me di un regalazo a mí misma, ¡y me compré dos buenos trozos de pizza de Da Simone! [Aquí es cuando los fans de esta pizzería empiezan a aplaudir y a morirse de envidia].

Resumiendo: Roma 1 – 1 Marta

Jornada frenética donde las haya la del día de hoy.

La mañana ha empezado con un despertador que, en vez de sonar a las 06.55 ha sonado a las 07.55.... ¡y yo que tenía que entrar a clase a las ocho! En cuestión de segundos me he dado cuenta del patazo que había metido al poner la alarma y he salido literalmente corriendo de casa. A las 8.15 estaba en clase y, aún con la respiración entrecortada por el carrerón, he empezado la clase con los chicos de 5º superior (18-19 años) que, se portarán mejor que los de primero, pero son un tostón, porque ni hablan ni se inmutan... Luego he tenido un par de clases más con los de 2º y me he ido a casa a mirar cómo se llegaba al lugar en el que se harían las pruebas para la Unión Europea. Pero claro, como en casa no hay internet, sino que lo pillamos en plan pirata, pues he cogido las indicaciones medio mal y casi no llego. Menos mal que tenía internet en el móvil y he podido buscar un itinerario alternativo para llegar al examen.



Aquello ha sido de lo más exagerado. Obviamente el bolso no lo podía meter en el aula de examen pero es que incluso han hecho que me quite el reloj y que me sacase cualquier cosa que tuviese en los bolsillos. Al final no sé ni cuánto tiempo he estado allí, pero bueno, yo le echo una hora y media aproximadamente. Hora y media en la que he pasado del inglés al test numérico (hiper estresante: con una media de dos minutos por problema, cuando yo ya sólo para entender la pregunta necesito un minuto), después al de lógica y luego al de francés y al de español.

Total, que he salido con la cabeza como un bombo y cansadísima después de todo el día. Descubrimiento positivo del día: el local de pizza al taglio que hay frente a mi casa, en el que un señor mayor super simpático te atiende muy muy bien.

Esta noche se planea salir... ¡saldré al fin de mi soledad! Jajaja. Pero como siga con este sueño... mal lo llevamos. Ya veremos.

¡Hasta la próxima!

La vuelta a Roma ha sido, esta vez, un tanto difícil. Ha sido una semana de locura en la que buscar piso se ha hecho bastante complicado. Quizás porque, siendo la segunda vez en esta ciudad, una ya tiene ciertas expectativas sobre la zona en la que quiere vivir y lo que espera encontrar. Me llevo de positivo los buenos restaurantes en los que hemos comido mi madre y yo, las risas por tonterías varias y el momento musical en la plaza del Panteón.

El jueves llegué al piso y, tras el shock inicial de una casa que parece nueva pero que huele a viejo, no pude casi ni instalarme ya que, al día siguiente, tuve que irme a Turín. El curso de formación al que asistimos ese fin de semana lo he rebautizado como el curso de las sorpresas, pues resulta que me encontré con compañeras de la facultad que ni sabía que venían de auxiliar de conversación, conocí gente con la que tengo amigos en común y coincidí con la auxiliar de conversación de francés de mi instituto que resulta que había conocido por casualidad mientras esperaba para ver una casa en Roma.

El curso en sí no es que fuera muy útil, pero aún así me ha gustado el ambiente que se respiraba. La ciudad me ha encantado: aún siendo industrial es muy coqueta, tiene un museo del cine con unas vistas impresionantes y es el lugar de nacimiento de la gianduia (chocolate con avellanas) y del vermut. ¿Qué más puedo pedir? ¡Ah, sí! Que viniese Nico a verme… ¡y así ha sido!

El domingo volví a Roma por la noche, muy cansada y con mal cuerpo, pero me repuse y a la mañana siguiente… ¡primer día de clase! Me encuentro a gusto con los chavales, aunque algunos son bastantes inquietos y otros, incluso, diría que exasperantes. Aun así, me está gustando este trabajo, y estoy contenta porque hoy mi tutora me ha felicitado por cómo estoy llevando a los niños en los primeros días. Para rematar, si todo va bien, no tendré que trabajar ni viernes ni lunes.

Así que, en resumen, las cosas se van asentando poco a poco, y el único estrés que me queda es quitarme de encima el examen de mañana para la bolsa de traductores de la Unión Europea. ¡Ah! Y quitarle el olor a viejo a mi habitación.

Baci!

Como dijo el filósofo: "Todo fluye". Nada permanece. Incluso las cosas más estáticas, de algún modo, se transforman. Y aunque parezca que uno vuelve al mismo lugar, nunca es el mismo, algo ha cambiado.

Aquí estoy, de nuevo en Roma, de nuevo en el lugar al que me prometí que volvería, y las sensaciones son totalmente distintas: Por una parte la seguridad que te da la experiencia de conocer la ciudad, pero al mismo tiempo la incertidumbre de no poder mejorar o, tan si quiera, igualar lo vivido anteriormente porque todo fluye, todo se transforma. Lo cual no es necesariamente negativo, pero sí desconcertante.

La cuestión es esta: He vuelto, tengo lo que quería y, aunque necesite un tiempo para acostumbrarme a la inmensa cantidad de cambios que supone esta nueva etapa, lo afronto con positividad, energía y, sobre todo, mucha paciencia. ¡Ah! Y muchas ganas de escribir. Porque volver a Roma significa volver al blog y, esperemos, singnifica también que vuelva la inspiración.

¡Prometo que en los próximos posts no estaré tan filosófica!