A parte de libros que dicen verdades grandes como una casa (vease post anterior) y útiles en cualquier situación, hay libros que te sugestionan, que te condicionan... llamémoslo como queramos, pero siempre en el sentido "psicológico" del término.

Hablo del libro de Oliver Sacks "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", que me compré hace unas semanas, y que, literalmente he devorado. Es decir, que no he parado en estos días hasta que me lo he leído entero. No se cuántos de vosotros lo conoceréis (Mf, a ti me dirijo cuando digo: "Como no te acuerdes de este título tiene delito"), pero os diré que está escrito por un gran neurólogo estadounidense y, a través de casos clínicos de pacientes con los que ha tratado, profundiza en la neurología desde un punto de vista muy llamémoslo "psicológico".

Vale, acabo de soltar un rollazo del quince y ahora mismo de lo último que tendréis ganas es de poneros a leerlo. Pero volved a leer el título... "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero"... ahora ya hay más ganas, ¿eh? En serio, gente, es un gran libro. Os lo aconsejo de verdad.

¿Pero todo esto viene a cuento de qué? Pues bien, viene a cuento de que, como he dicho un poco antes, hay libros que te condicionan, y este ha sido mi caso. Después de dos semanas "a piñón" con el libro, voy por la calle y me doy cuenta de la cantidad de locos que hay. En serio, me siento como el proprio Oliver Sacks, que después de conocer por primera vez a un enfermo de síndrome de Tourette, no hacía más que ver a enfermos de este tipo por la calle, cuando antes nunca se había dado cuenta. Es como ayer, que no os podría decir la cantidad de locos que ví desde que me monté en el autobús hasta que llegué a casa (sin contar al loco que me mira fijo y es ya la segunda vez que me lo encuentro... ese sí que me da mal rollo). O la señora anciana que iba esta mañana caminando por en medio de la avenida y que, después de que un motorista le pitase con el claxon ha empezado a gritar: "¡Eeeeeh! ¡Tú estate callado! ¡Cabróoooon! ¿Te enteras? ¡Eres un cabróoooon!". O la mujer que subió ayer al autobús y empezó a imprecar a una chica que estaba sentada, para que le dejase el asiento libre: "Usted ahora se levanta y me deja el asiento libre, ¿se ha enterado?". O el hombre que, sentado en una terraza, se fumaba un cigarillo y se tomaba un café mientras charlaba animadamente con... nadie.

En fin, será el libro... y será también que hay días que una está más atenta a las cosas. Porque hoy es que no he parado. Ha sido salir de la facultad y hacer el camino hacia casa de Ana, y no parar de ver mil curiosidades. Sí, Roma es una ciudad de contrastes... y de curiosidades. Curiosidades que te hacen pensar que si los tiquisimiquis de los examinadores de conducir españoles viniesen a Roma, es probable que sufriesen un paro al corazón (téngase en cuenta que aquí no sólo es que se pisen las lineas, es que para los coches no existen, y para las motos dos lineas cercanas conforman su carril). Situaciones que te enfadan, porque la señora que está ahí tirada en el suelo pidiendo delante de una iglesia porque no tiene nada para comer, en cambio sí que tiene dinero para tabaco, y se lo fuma ahí medio a escondidas. Curiosidades que te hacen darte cuenta que El Vaticano y tu casa no son tan diferentes, porque tanto en un lado como en otro sucede lo mismo: estamos a 20 de diciembre y el Belén aún no está puesto... y en cambio llega el 30 de enero y aún no lo han quitado. Situaciones también que te hacen darte cuenta de que pareces autóctona, porque por los alrededores de San Pietro (sitio turistiquísimo), los acosadores vendedores ambulantes, los repartidores de propaganda de restaurantes malos, y los guías-express no te agobian... ¡pasan de ti!. Y curiosidades como que los tonos púrpuras y violáceos arrasan entre los turistas asiáticos, que los curas argentinos son guapísimos y que hay uno que es igualito que mi amigo Michi (pero en pelirrojo), y que loz niñoz chiquititoz árabez también cecean.

¡Cómo mola Roma!




¡Amén!


... que si hay que estudiar, se estudia.



En momentos de "enclaustramiento estudiantil" (citando a Mar), no se sabe qué hacer. Puñetas, ¿por qué hablar en impersonal? Seamos sinceros: soy yo la que no sabe qué diablos hacer, ni para concentrarme, ni para estarme quieta en la puñetera silla... ni para nada.

Son en estos momentos en los que me asalta la paranoya; momentos en los que youtube se convierte en algo más adictivo que las drogas, y me hace descubir lo poco que sé sobre Martes Y Trece y las empanadillas de Móstoles, o sobre anacondas devoradoras de hipopótamos. Momentos en los que, por no saber qué hacer, acabo bailando Batuka en mi cuarto con el remordimiento de que pueda molestar a la vecina de abajo. Momentos en los que, tras una hora cantando con el karaoke, me doy cuenta che Chenoa a mi lado es una aficionada (xD). Y momentos en los que hago descubrimientos terroríficos y espeluznantes... como por ejemplo, que mi compañera inglesa, en su obsesión por el té, se hace infusiones incluso de chícharos.. o almenos es lo que parece a primera vista, aunque luego me doy cuenta de que no, que es manzanilla, que yo estoy más que aburrida, y que por eso me invento tonterías... y todo por no estudiar.


Señoras y señores, niños y niñas... Marta ha cumplido veinte años. Ya no soy teenager, ya he cambiado de decenas... ya soy vieja oficialmente.

El día de ayer, aunque tranquilito, tuvo sus detallazos. Me desperté super tarde, y me encontré en la cocina mi tacita del desayuno allí preparada, con una plantita al lado y una tarjeta de felicitación (véase imagen de arriba). ¡Imaginaos mi ilusión! No hay cosa que me guste más que estos detallitos tontos... y mis compis de piso son expertas en tenerlos.

Luego me fui a hacer la compra y, volviendo a casa, entré en una pastelería (por la que paso siempre pero en la que nunca me había dado por entrar), ¡para comprarme mi merecidísima tarta! Para mi sorpresa descubrí que era una pastelería kosher (que, para los que no lo sepan, es la denominación que se le da a los alimentos que pueden comer los judios), y resulta que, por lo que yo se, los dulces hebreos ¡son los más buenos que existen! Así que, sin duda alguna, me compré allí mi tarta... de chocolate y piñones... no os podeis imaginar lo buenísima que estaba.

Por la tarde tenía planes de quedar con Alex, pero como siempre, por el tema del trabajo, no pudimos quedar, pero se pasó por casa un momentín para darme mi regalo:

¡Sí! ¡Ese super ramo de flores super bonito! ¡Qué ilusión! La primera vez que me regalan un ramo de flores... pero no lo puedo oler... ¡ju! Maldito resfriado...

¡Ah! ¡Se me olvidaba! Menú del día de mi cumpleaños: tortiglioni alle erbe para almorzar y pizza e suplì para cenar. Simplemente fantástico.

No me puedo quejar, aunque no saliese de fiesta y esas cosas... y es que... señores, soy vieja oficialmente. Y no digais que no, que hoy ya se me ha notado. Os cuento: he ido esta mañana a comprar un jarrón para el ramo de flores y un platito para las plantitas. Cuando estaba pagando en la tienda, uno de los dependientes se dirige a mí y me dice sonriente: "È per il corredo?". A lo que yo le respondo (en italiano, obviamente): "¿Qué es el corredo? Es que no soy italiana..." Y me responde el hombre (traduzco): "Sí, cuando uno se casa... las cosas que compra..." O sea, ¡el ajuar!

Que sí, que tengo pinta ya de mayor... y encima de casada...

Bueno, me voy, que tengo una lavadora a punto de terminar y un cuarto de baño que barrer, que mi compañera me da que se ha cortao los pelos y lo ha dejao todo lleno de pelos... jajajaja. (¿Veis? ¡Si lo digo yo que ya estoy mayor!).

¡Hola a todos!

Sabeis que mañana es mi cumple, y como vuestra presencia no la voy a poder tener conmigo... podeis hacer otra cosa, a parte de mandarme vuestro cariño, que eso ya lo sé...

Lo que hay en esa imagen es lo que me pido para mi cumple... es el sencillo deseo de una futura veinteañera asustada por el cambio de decenas... no cuesta mucho... y si todos poneis de vuestra parte mi sueño se podrá realizar.

(Os quiero igualmente, aunque no me la regaleis, jajaja)

¡Qué bien se está cuando no se está malo! (Y qué obvia es esta frase...) Pero es que es así, uno no se da cuenta de lo bien que se está cuando se está sanito y fuerte, y no debe soportar narices moqueantes, congestión generalizada, debilidad corporal... y todas esas incomodidades que ya conocemos. Es justamente cuando uno está enfermito, cuando se acuerda de lo bien que se lo pasa cuando está sano, de sus salidas al cine, de cuando se va tranquilamente a hacer un poquito de turismo por la ciudad, o a tomarse un cafelito...


Ese bichillo azul en primer plano que veis ahí es el "cabroncete" encargado de provocarme
"una enfermedad infecciosa viral leve de la nariz y la garganta, el sistema respiratorio superior, cuyos síntomas son estornudos, secreción nasal, goteo/congestión nasal (a menudo ocurren simultáneamente, o uno en cada fosa nasal), picor, dolor o flema en la garganta, tos, dolor de cabeza y una sensación de malestar general; normalmente dura entre 3 y 10 días"


Sí, que bonito... resfriado... el invierno no sería lo mismo sin él, ¿eh? Pues por mí se podía a ir a donde yo me sé. Y lo mejor de todo es que "no existe cura para el resfriado común, es decir, no hay tratamiento que combata directamente al virus. Sólo el sistema inmunológico del organismo puede destruir con efectividad al invasor"



Así que, a fastidiarse se ha dicho. Yo me aguanto con mi resfriado, y vosotros que tengais un buen día.

Hay días en que una no tiene más remedio que preguntarse: "¿Será que me estoy convirtiendo en una persona estresada?". Es uno de esos días en los que notas que el cansancio se ha acumulado, que hasta subir la calle desde la parada del autobús hasta tu casa se te hace un mundo. Días en los que no has hecho más que ir de un lado para otro. Y días en los que descubres que tienes un problema más que añadir a la lista de cosas que solucionar.

Al fin y al cabo, la vida es así. Lo que ocurre es que, en una ciudad como Roma, todo se magnificia mucho más: todo está más lejos, puesto que es una ciudad grande, el ritmo de vida es tan frenético que no te puedes permitir minutos que perder, y la gente, más que personas, parece una corriente que te arrastra de modo un tanto incontrolable.

Aun así, uno no puede dejarse abatir, y debe "tirar pa' lante" e intentar acabar el día lo mejor que se pueda.. y si eres joven, salir por la noche, porque si no, eres un "amargao". Es por eso que hay días que uno se cuestiona si sufre de estrés o es sólo un día demasiado completo.

Por suerte, en Roma, este "problema" tiene fácil solución: basta pasear un poco por el centro y disfrutar de las maravillas de la Urbe, sobre todo ahora, durante la Cuesta de Enero, cuando los romanos están tan cortos de dinero después de los excesos navideños, que no salen a la calle si no es para ir al trabajo. Así que, si uno sale por la noche durante estos días, puede sentirse el verdadero dueño de la ciudad, y caminar a su antojo por las calles que, por lo general, están tremendamente llenas de gente. Como digo, aquí un paseo lo arregla casi todo, hasta el estrés.

Por eso, no me queda más que repetir lo que le escuché decir una vez a un tipo en un autobús llenísimo de gente: "Son las cosas de la gran ciudad... las consecuencias no son siempre buenas".
¡Qué grandes estas vacaciones de completo relax... y cómo cuesta volver a la realiadad! Y es que aunque la realidad sea, en este caso, una ciudad como Roma, si una vuelve para tener un mesecito cargado, siempre cuesta más.

No tengo propósitos de año nuevo, pero sí mil planes en la cabeza que no sé si conseguiré realizar. Si pienso en el año que acaba de terminar, el balance es siempre positivo. Será que tengo tendencia a recordar siempre las cosas buenas y dejar lo malo sólo como algo de lo que poder aprender.

Sin duda este año ha sido el de las nuevas y grandes experiencias, el año de comenzar mil planes, de cambiar, de conocer (a los demás y a mí misma), de saber que puedo más de lo que creo, de aprender que hay cosas nuevas más allá de lo que uno se pueda imaginar, y de aprender afrontar los obstáculos desde una perspectiva diferente. Tras todo un año, sé que se soy una persona más fuerte, que mi manera de pensar se ha ido modelando con las experiencias que he ido viviendo (y que no son pocas), y que las cosas no han hecho más que empezar.

Los 20 años están ya a la vuelta de la esquina, y una empieza a darse cuenta de que, quiera o no quiera, se le han pegado ya manías y actitudes de sus padres; que aunque le parezca extraño, su hermana y ella se parecen más de lo que imaginaban; aprende también que todo lo bueno, al fin y al cabo, vuelve, sea de un modo o de otro, y que quedan muchas cosas que mejorar.

Pasa otro año más, pero no es un año sin más. Ha estado lleno de nuevas personas, nuevos lugares, ¡muchos viajes!, gente que entra y que sale, cosas que te marcan... y ciudades que enamoran. En cambio, con respecto al año que empieza, si hay un sustantivo que se le ajuste, al menos en su inicio, ese es positividad, y espero que siga así por lo menos hasta que me vuelva a tomar las uvas dentro de 12 meses.

Para terminar, si hay algo verdadaderamente importante que he aprendido en este año, es que tirar las moneditas en la Fontana di Trevi funciona... una siempre vuelve a Roma.